¿Quién no ha gritado alguna vez a sus hijos?

Se quiera reconocer o no, los padres y madres saben que alguna vez, o muchas, gritan a sus hijos. Cierto es que la vorágine del día a día, las prisas, los atascos, el estrés de la casa, el trabajo, de llegar a fin de mes…, favorece que podamos estallar con una palabra más alta que la otra cuando un hijo no hace caso a la petición de sus padres. Al final, el estrés de los padres lo pagan los hijos.

gritarSegún Tania García, experta en Educación Respetuosa y asesora familiar, educar con gritos, no es más que un sistema fácil y cómodo al que recurren los padres. Es decir, «como no tienen otras herramientas, deciden hacer uso de aquello que han conocido cuando ellos eran pequeños, aunque no se sientan bien llevándolo a cabo».

Cada vez es más habitual encontrar familias que resuelvan todo a gritos y parece imposible una vuelta atrás, a las conversaciones y negociaciones sin elevar la voz. Tania García, invita a los padres a reflexionar sobre este asunto porque, como ella misma apunta, las consecuencias negativas de los gritos a nuestros hijos son múltiples; los beneficios, ninguno. «Educar gritando les aporta: malestar constante, estrés, problemas de concentración, desmotivación, frustración, rabia, baja autoestima, desatención, mal ejemplo (si gritamos, ellos gritarán), y un largo etcétera».

Por este motivo, esta experta asegura que es posible educar sin gritos, aunque reconoce que conlleva un esfuerzo por parte de los padres. «Es mucho el trabajo de desapego que se tiene que hacer con el pasado y con la sociedad, pero una vez en ello, todo es mucho más sencillo, además de aportar serenidad, bienestar, confianza y comunicación positiva a los hijos y a su personalidad presente y futura».

Para lograrlo recomienda llevar a cabo los siguientes pasos:

  1. Mirar desde sus ojos:comúnmente se nos olvida que los niños son niños, no adultos en construcción. Es decir, los niños no ven la vida como nosotros la vemos ni razonan de la misma manera. No tienen maldad, no van más allá, no dan vueltas de tuerca a las situaciones, ni hacen las cosas por detrás.
  1. Reflexionar:una vez dado el primer paso hay que reflexionar en cada situación. Es decir; respirar hondo y pensar si aquello que ha hecho es tan grave, tan importante o, por el contrario, es algo que se puede pasar por alto porque a mí como adulto me parece mucho, pero para él es simplemente una manera de hacer.
  1. Escuchar activamente: Los niños siempre tienen un motivo para hacer lo que hacen, y éste, no tiene nada que ver con el motivo adulto centrista que los padres puedan imaginar. Hay que darles la oportunidad de expresarse, de explicar lo sucedido.
  1. Diálogo:Es muy recomendable dialogar tranquilamente con un tono de voz sosegado, mirándole a los ojos y poniéndose a su altura. Hay que explicarle por qué es preferible que realice los deberes, con fundamento y asegurándose de que lo entienda.
  1. Tiempo de calidad:¿Qué significa esto? Pues llenar el tiempo de escuchar y ser escuchado, juegos en familia, contar cuentos, hacer manualidades, relajarse juntos en el sofá, ver una película de su gusto, ir a pasear en bici, hacer un bizcocho, etc., etc. 6. Trabajo personal:Es muy importante estar decidido a hacerlo y estar seguros de que es lo mejor para los hijos. Una vez hecho, hay que prepararse. Leer mucho, aprender, dialogar y cohesionarse con la pareja para seguir la misma línea y, si es necesario, realizar algún deporte que ayude a calmar esa parte de frustración adulta que a veces se queda dentro.
  1. Pedir perdón: Si queremos que integren el perdón como una herramienta para relacionarse, debemos pedírselo también a ellos cuando consideremos que hemos traspasado la línea del respeto olvidando los 6 puntos anteriores y acabamos gritando.

.https://www.abc.es/familia-padres-hijos/20150210/abci-educar-gritos-201501261642.html

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