Tener un animal de compañía es una de las aspiraciones más ansiadas de los niños y llegan a considerarlo un amigo más. Todos sabemos que hay mascotas de distintas especies, y que no todas causan el mismo impacto cuando mueren. Los animales que proporcionan al niño poca interacción no suelen impactar ni generarle pena. Tampoco lo hacen las mascotas frágiles que el menor asume como de corta duración, como los gusanos de seda.
Sin embargo, los animales que proporcionan cariño incondicional o que están muy ligados a interacciones con el menor sí causan un mayor impacto, por lo que su muerte puede causar una gran tristeza y sensación de soledad en los niños.
La importancia de no engañarles
Uno de los miedos más comunes de los padres es comunicarle a su hijo la muerte de su animal de compañía. A menudo hay que tener en cuenta que la pérdida de una mascota suele ser la primera experiencia directa del niño con la muerte. Por eso es importante actuar correctamente, ya que la primera muerte que vive el niño determina en gran medida la actitud del niño hacia el resto de las pérdidas que va a vivir a lo largo de su vida.
Conviene evitar una tentación que tienen muchos adultos y que consiste en la sustitución, es decir: buscar y comprarle al niño una mascota similar, o maquillar la situación contándole una historia acerca de que la mascota se ha ido de viaje, ha ido al colegio de mascotas, etc. Ocultar su muerte puede confundir al niño y es preferible afrontar el hecho y ser sinceros.
En ocasiones son los propios niños quienes, en un descuido o jugando, dañan a las mascotas. En este caso tampoco maquillaremos lo sucedido, pero sí les liberaremos de la culpa, porque inicialmente ellos no querían hacer daño y hay que dirigirles hacia una conducta más cuidadosa que no dañe a los animales.
Es cierto que las mascotas no son personas, pero para los niños a menudo éste suele ser el primer contacto con la muerte y no hay que desaprovecharlo, abordándolo siempre desde la naturalidad, que es el mejor modo de tratar estos temas. Puede ser que esta experiencia haga que los niños abran un intenso debate sobre la muerte y aprovechen para hacernos todo tipo de preguntas. Como siempre, contestaremos lo que sepamos, con cariño y delicadeza, y cuando no conozcamos la respuesta a una pregunta, se lo diremos.
Patricia Díaz Seoane